Un viejo profesor mío era bastante bromista y un tanto excéntrico. Ejemplo de ello era su reloj de pulsera, que rara vez marcaba la hora correcta.
Una vez, según su reloj, eran las 12:55 pero, al mirar el mío, comprobé que, en realidad, eran las 11:05. En otra ocasión, cuando eran las 9:30, su reloj marcaba las 6:47.
Mi profesor solía decir que su reloj ni se atrasaba ni se adelantaba, y que siempre era capaz de saber la hora real al mirarlo. ¿Cuál era su secreto?
SOLUCIÓN: las manecillas del reloj estaban intercambiadas, por lo que sólo tenía que interpretar las horas como minutos y viceversa.
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